No llueve eternamente...

Todo el poder del mundo reside en los ojos

lunes, 31 de mayo de 2010

Feliz Cumpleaños Nocturno


Joven inocencia, no se percata de mi presencia, ni lo haría de no ser que mi voz venenosa y sugerente que suena en su cabeza haciéndole parar y retroceder sobre sus pasos para poder mirar al fondo de la callejuela. Ahora si que se da cuenta de que ahí estoy yo, observándola, susurrándole que venga.Sin poder resistirse avanza como alguien que se dirige a una luz para averiguar que es.

Vista más de cerca puedo afirmar que su cuerpo posee unas curvas de escándalo que junto a su cara de niña buena harían las delicias entre la mayoría de la población masculina y lesbianas.

Esta cerca de mi, un escalofrío recorre todo su cuerpo y los pequeños pezones se marcan a través de las finas telas.

-¿Tienes frío?-le pregunto mientras se frota los brazos.
-¿Quién eres?¿Te conozco?
-Soy el cumpleañero. Llevo perdido un buen rato buscando mi regalo, pero ya lo he encontrado.
-¿ah,si? ¿qué te hace pensar que yo soy tu regalo?
-¿Y que te hace pensar a ti que tú, eres mi regalo?
-Instinto femenino
-También te dije tu instinto que eres mi regalo porque eres lo que quiero ahora mismo
-¿y que me quieres decir con eso?
-Que siempre tengo lo que quiero

Se le eriza el pelo, la tentadora voz que vuelve a sonar en su interior y la profunda mirada de mis glaciares pupilas le han quitado el helor y ahora está mucho más abierta a sugerencias.

-No soy una chica fácil
-Eso no importa, nunca ha importado. Solo debes saber que se lo que quieres y puedo dártelo.
-¿y que se supones que quiero?
Le comunico unas breves palabra al oído que le hacen viajar a sus más profundas y secretas fantasías. Me empotra contra la pared y yo me dejo.

-¿Cuántos años cumples?
-21...
-Entonces, feliz cumpleaños...
-Mihail
-Que más da eso ahora...-

Me besa, bebe de mi con pasión y yo de ella satisfecho de lo que tengo. Está descontrolada y yo no la paro. Se halla tan fuera de si que no se da cuenta que mis manos han entrado por rincones y los gemidos que debería producirle quedan acallados por los labios. Podría seguir con mi presente pero lo deseo terminar ya, quiero apagar las velas y llegar al mejor momento del regalo.

Aparto sus cabellos y tanteo el cuello, lo siento, noto su pulso acelerado y la beso preparando el cuello como cuando esterilizan antes de una inyección. Clavo los colmillos, me sacio con su vida; me empapo de su cálida y deliciosa sangre. Estoy muriendo de placer, ella está falleciendo y ni siquiera se da cuenta hasta que el verde de sus ojos se apaga.

Ha sido la mejor presa en tiempo, gracias por ser mi regalo. Así termina mi vigésimo primer cumpleaños y con esta, ya van doscientas veces que los cumplo. Feliz cumpleaños condenado de las sombras

martes, 18 de mayo de 2010

Cortes en la noche


Las cabañas del poblado de su valle estaban ardiendo, su gente moría y el olor a madera quemada llegaba a la sala del palacio donde se encontraba.

Allí, posado, de rodillas y con los ojos cerrados aguardaba la hora de su muerte. Escuchaba como poco a poco las zancadas de sus enemigos se acercaban, subiendo los escalones hasta llegar a los aposentos. La gran puerta se hallaba abierta y cuando los asaltadores llegaron rompieron la paz que había permanecido todo el día, y el anterior, y el anterior al anterior...así hasta que la memoria le alcanzaba.

-¡Allí está! ¡Matadlo!

Aunque sus pupilas permanecían cerradas sabía perfectamente que eran 8 los se abalanzaban hacia él. Esperaba la hora de su muerte, si, pero no se había resignado aun a ella. Segaría tantas vidas como le fuera posible antes de perecer; y moriría como siempre había soñado. En batalla.

Ya estaban cerca dos de sus atacantes para cumplir la misión que les habían encomendado. Fue en ese momento cuando por fin abrió los ojos para revelar sus anaranjadas pupilas que le hacían parecer un águila. Cogió su katana, aquella que hasta ese momento había reposado a su derecha sobre el frío suelo; y haciendo uso del arte del rápido desenfunde en el que había sido entrenado bloqueó el arma de uno de sus rivales con la vaina, desviándola para que topase contra la hoja de su compañero. Con un letal movimiento atravesó de parte a parte la garganta del primero, y fugazmente decapitó al segundo. Sus acechadores aun estaban lejos, tiempo suficiente para pasear la punta de su espada alrededor de él como gesto de provocación.

Los pocos pasos que tenían que dar para alcanzarlo quedaron sepultados bajo los gritos de guerra que llegaban en tropel.

Impasible les esperaba, seguro de si mismo, de que no sería alguien fácil de batir. Los hechos que pasaron en los instantes siguientes solo están escritos en un baño de sangre que hoy perdura en forma de lamentos y susurros en las montañas.

El más próximo perdió un brazo y murió de un gran tajo en la espalda. El que le seguía fue privado de su pierna derecha antes de que le ensartaran el pecho en el suelo. Levantó su mirada para comprobar que uno de sus atacantes había levantado su filo para acabar con su vida, pero su técnica era mucho mejor y con una rápida maniobra clavó su acero por la papada y salió por su cráneo. A continuación cogió la katana que se había dejado su víctima y la lanzó contra un nuevo adversario, dando en el blanco y haciéndole caer inerte.

Miraba a los dos que restaban, al parecer estos serían de mayor estímulo ya que lar armas que manejaban precisaban de una mayor control y entrenamiento avanzado. Iban equipados con garras que hacían de extensiones de sus dedos. Sus posturas se reproducían al unísono y creyó conveniente apoyarse de una segunda espada para en uso el estilo dos katanas para poder defenderse de ambos y aumentar su ataque.

Eran veloces y sus golpes desprendían potencia. Se protegía con sumo arte y no retrocedía. Los zarpazos no cesaban, y uno de ellos alcanzó su brazo causándole un arañazo un tanto profundo que le hizo perder el arma que había tomado prestada. Momento que sus enemigos vieron como brecha en su guardia para que uno de ellos se bloqueara con su garra la hoja para que su compañero le ganara la espalda y así cobrarse la cabeza del líder de la aldea. Y fue en el ultimo momento cuando libero el filo del enfrentamiento por debajo y con un felino movimiento se apartó, consiguiendo así que la testa que cercenase fuera la de su aliado; y sin dejar tiempo a reacción a la sorpresa atacó cogiendo su katana con ambas manos y desde la retaguardia del cuerpo que sangraba a borbotones lanzó una estocada que entró por la boca del último rival agujereando su nuca.

La batalla había terminado, pero conocía de sobra que su juicio estaba por llegar. Alguien había llegado al umbral del portón.

-No esperaba menos de ti, Akai no yama no samurai (samurai de la montaña roja), Ryumaru

-Kaze no daito...(espada del viento) Takamaru- limpiaba la sangre de su hoja con la manga de su kimono.

No se había girado pero no le había hecho para reconocerlo. El asesino de su hermano, su sobrino.

-¿Qué ganas con todo esto? Matando a tu padre, quitando la vida de mis súbditos y destruyendo mi amada villa.

-Gano tu cabeza, tus tierras, tu espada y la gente que ha sobrevivido. Pienso poseer la región más poderosa del país, a la cabeza del resto, porque me temerán. Seré el guerrero con el poder más abrumador que se recuerde. Con tu sangre y la de mi progenitor despertaré la esencia del poder de Torayama y mi espada del viento se convertirá en la espada del huracán.

-Así que era eso...debí imaginármelo...

-¡Si! – Se lanzaron los dos, él uno con el otro. Sus aceros chocaron y saltaron chispas.

Comenzó en ese momento una serie de intercambios de mandobles entre los mejores oponentes. El linde estaba igualado en todos los aspectos y en un cruce de espadas se quedaron mirando fijamente.

-¿Sabes porque me llaman Kaze no Daito?

La hoja de desvaneció en el aire como si fuera humo, y se materializó mientras completaba su nueva estocada. Aunque de buena mano conocía la extraordinaria habilidad por todos los rumores que había escuchado y esquivó el ataque para después golpear en la cara con el manga de la katana; seguidamente dio una vuelta sobre si mismo y cortó a su contrincante en un pierna haciéndole arrodillar

-Se porque te llamas así, y tu vas a comprender lo que significa ostentar el título de samurai de la montaña roja- el invasor se había visto sorprendido por su tio.

-¡No puedes matarme! ¡Estás acabado vejestorio!

Ryumaru hacía caso omiso a los gritos y colocó en horizontal su katana y puso su mano libre en la hoja. La energía empezó a emanar por todo el salón. La de su cuerpo salía al exterior y volvía más pesado el aire; y la del ambiente entraba en él. El terror se reflejaba en el rostro del caído.

-Esa técnica...¡morirás!

-Lo tenía asumido desde el momento que cruzaste las fronteras de mi poblado.. UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!

Levantó su arma en pose amenazante para destruirlo completamente, y cuando iba a completar la técnica prohibida su cuerpo quedó paralizado.

-¿Qué me pasa? ¿Por qué...?

La sorpresa dio paso a un entendimiento de los que estaba sucediendo.

-Vaya así que fuiste herido por los hermanos... se me olvidó mencionar que sus garrás estaban untadas en veneno de serpiente blanca.

Hizo uso de su filo y atravesó a su pariente por el pecho

-Te lo he dicho, no puedes matarme.

-Maldito...- quedó desarmado al perder toda su fuerza y volvió a la posición en la que estaba cuando esperaba con los ojos cerrados, solo que ahora un hilo de sangre nacía de su boca.

-Has estado cerca, por un momento temí por mi vida si llegabas a completar esa técnica... lastima... ahora ya es tarde.

El jefe del clan nunca perdió el orgullo que residía en su mirada. Lo miró impasible y eso puso más nervioso.

-Muere...-con un golpe maestro lo decapitó

Sacó un frasco blanco hecho en arcilla donde guardó la sangre de su víctima y recogió la katana que había prometido ganar para guardarla en su funda.

Los hechos de aquella noche que debían haber quedado en secreto y perdidos en el tiempo fueron observado por unos inocentes ojos de 6 años donde quedaron grabados a fuego en la mente del niño. Todo lo vio desde la junta de una puerta secreta disimulada mientas las lagrimas silenciosas resbalan por su joven piel.