lunes, 31 de mayo de 2010
Feliz Cumpleaños Nocturno
martes, 18 de mayo de 2010
Cortes en la noche
Las cabañas del poblado de su valle estaban ardiendo, su gente moría y el olor a madera quemada llegaba a la sala del palacio donde se encontraba.
Allí, posado, de rodillas y con los ojos cerrados aguardaba la hora de su muerte. Escuchaba como poco a poco las zancadas de sus enemigos se acercaban, subiendo los escalones hasta llegar a los aposentos. La gran puerta se hallaba abierta y cuando los asaltadores llegaron rompieron la paz que había permanecido todo el día, y el anterior, y el anterior al anterior...así hasta que la memoria le alcanzaba.
-¡Allí está! ¡Matadlo!
Aunque sus pupilas permanecían cerradas sabía perfectamente que eran 8 los se abalanzaban hacia él. Esperaba la hora de su muerte, si, pero no se había resignado aun a ella. Segaría tantas vidas como le fuera posible antes de perecer; y moriría como siempre había soñado. En batalla.
Ya estaban cerca dos de sus atacantes para cumplir la misión que les habían encomendado. Fue en ese momento cuando por fin abrió los ojos para revelar sus anaranjadas pupilas que le hacían parecer un águila. Cogió su katana, aquella que hasta ese momento había reposado a su derecha sobre el frío suelo; y haciendo uso del arte del rápido desenfunde en el que había sido entrenado bloqueó el arma de uno de sus rivales con la vaina, desviándola para que topase contra la hoja de su compañero. Con un letal movimiento atravesó de parte a parte la garganta del primero, y fugazmente decapitó al segundo. Sus acechadores aun estaban lejos, tiempo suficiente para pasear la punta de su espada alrededor de él como gesto de provocación.
Los pocos pasos que tenían que dar para alcanzarlo quedaron sepultados bajo los gritos de guerra que llegaban en tropel.
Impasible les esperaba, seguro de si mismo, de que no sería alguien fácil de batir. Los hechos que pasaron en los instantes siguientes solo están escritos en un baño de sangre que hoy perdura en forma de lamentos y susurros en las montañas.
El más próximo perdió un brazo y murió de un gran tajo en la espalda. El que le seguía fue privado de su pierna derecha antes de que le ensartaran el pecho en el suelo. Levantó su mirada para comprobar que uno de sus atacantes había levantado su filo para acabar con su vida, pero su técnica era mucho mejor y con una rápida maniobra clavó su acero por la papada y salió por su cráneo. A continuación cogió la katana que se había dejado su víctima y la lanzó contra un nuevo adversario, dando en el blanco y haciéndole caer inerte.
Miraba a los dos que restaban, al parecer estos serían de mayor estímulo ya que lar armas que manejaban precisaban de una mayor control y entrenamiento avanzado. Iban equipados con garras que hacían de extensiones de sus dedos. Sus posturas se reproducían al unísono y creyó conveniente apoyarse de una segunda espada para en uso el estilo dos katanas para poder defenderse de ambos y aumentar su ataque.
Eran veloces y sus golpes desprendían potencia. Se protegía con sumo arte y no retrocedía. Los zarpazos no cesaban, y uno de ellos alcanzó su brazo causándole un arañazo un tanto profundo que le hizo perder el arma que había tomado prestada. Momento que sus enemigos vieron como brecha en su guardia para que uno de ellos se bloqueara con su garra la hoja para que su compañero le ganara la espalda y así cobrarse la cabeza del líder de la aldea. Y fue en el ultimo momento cuando libero el filo del enfrentamiento por debajo y con un felino movimiento se apartó, consiguiendo así que la testa que cercenase fuera la de su aliado; y sin dejar tiempo a reacción a la sorpresa atacó cogiendo su katana con ambas manos y desde la retaguardia del cuerpo que sangraba a borbotones lanzó una estocada que entró por la boca del último rival agujereando su nuca.
La batalla había terminado, pero conocía de sobra que su juicio estaba por llegar. Alguien había llegado al umbral del portón.
-No esperaba menos de ti, Akai no yama no samurai (samurai de la montaña roja), Ryumaru
-Kaze no daito...(espada del viento) Takamaru- limpiaba la sangre de su hoja con la manga de su kimono.
No se había girado pero no le había hecho para reconocerlo. El asesino de su hermano, su sobrino.
-¿Qué ganas con todo esto? Matando a tu padre, quitando la vida de mis súbditos y destruyendo mi amada villa.
-Gano tu cabeza, tus tierras, tu espada y la gente que ha sobrevivido. Pienso poseer la región más poderosa del país, a la cabeza del resto, porque me temerán. Seré el guerrero con el poder más abrumador que se recuerde. Con tu sangre y la de mi progenitor despertaré la esencia del poder de Torayama y mi espada del viento se convertirá en la espada del huracán.
-Así que era eso...debí imaginármelo...
-¡Si! – Se lanzaron los dos, él uno con el otro. Sus aceros chocaron y saltaron chispas.
Comenzó en ese momento una serie de intercambios de mandobles entre los mejores oponentes. El linde estaba igualado en todos los aspectos y en un cruce de espadas se quedaron mirando fijamente.
-¿Sabes porque me llaman Kaze no Daito?
La hoja de desvaneció en el aire como si fuera humo, y se materializó mientras completaba su nueva estocada. Aunque de buena mano conocía la extraordinaria habilidad por todos los rumores que había escuchado y esquivó el ataque para después golpear en la cara con el manga de la katana; seguidamente dio una vuelta sobre si mismo y cortó a su contrincante en un pierna haciéndole arrodillar
-Se porque te llamas así, y tu vas a comprender lo que significa ostentar el título de samurai de la montaña roja- el invasor se había visto sorprendido por su tio.
-¡No puedes matarme! ¡Estás acabado vejestorio!
Ryumaru hacía caso omiso a los gritos y colocó en horizontal su katana y puso su mano libre en la hoja. La energía empezó a emanar por todo el salón. La de su cuerpo salía al exterior y volvía más pesado el aire; y la del ambiente entraba en él. El terror se reflejaba en el rostro del caído.
-Esa técnica...¡morirás!
-Lo tenía asumido desde el momento que cruzaste las fronteras de mi poblado.. UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!
Levantó su arma en pose amenazante para destruirlo completamente, y cuando iba a completar la técnica prohibida su cuerpo quedó paralizado.
-¿Qué me pasa? ¿Por qué...?
La sorpresa dio paso a un entendimiento de los que estaba sucediendo.
-Vaya así que fuiste herido por los hermanos... se me olvidó mencionar que sus garrás estaban untadas en veneno de serpiente blanca.
Hizo uso de su filo y atravesó a su pariente por el pecho
-Te lo he dicho, no puedes matarme.
-Maldito...- quedó desarmado al perder toda su fuerza y volvió a la posición en la que estaba cuando esperaba con los ojos cerrados, solo que ahora un hilo de sangre nacía de su boca.
-Has estado cerca, por un momento temí por mi vida si llegabas a completar esa técnica... lastima... ahora ya es tarde.
El jefe del clan nunca perdió el orgullo que residía en su mirada. Lo miró impasible y eso puso más nervioso.
-Muere...-con un golpe maestro lo decapitó
Sacó un frasco blanco hecho en arcilla donde guardó la sangre de su víctima y recogió la katana que había prometido ganar para guardarla en su funda.
Los hechos de aquella noche que debían haber quedado en secreto y perdidos en el tiempo fueron observado por unos inocentes ojos de 6 años donde quedaron grabados a fuego en la mente del niño. Todo lo vio desde la junta de una puerta secreta disimulada mientas las lagrimas silenciosas resbalan por su joven piel.
viernes, 30 de abril de 2010
La pesada broma del desierto
El fuerte viento levantaba la ardiente arena que golpeaba violentamente las carnes del solitario nómada que vagaba por las engañosas dunas del desierto mientras sentía que su cuerpo se desgastaba como una piedra que se erosiona.
Aunque no lo era el guerrero mercenario que avanzaba hacia él por el este en un poderoso camenllo. Lo único que pudo decir de este es que sus ojos azabaches eran tan profundos que las mas crueles arenas movedizas.
-Sello...puerta...roto...
sábado, 24 de abril de 2010
El sueño del gusano
Como ya te dije, te dedico esta nueva entrada con el mini relato que te gusto tanto =P
Querido Capullo,
Se que últimamente no sales de casa, no quieres hablar con nadie. Te has encerrado en tu mundo para que no te molesten.
Has llegado a esa fase donde eres lo suficientemente mayor como para no arrastrarte pero no lo suficiente para mirar las cosas desde arriba.
Y sé que no te has olvidado de mí, pero desde que llegaste a esta etapa nos hemos distanciado. Yo sólo he podido mirarte durante algunos días, para nosotros eternos, queriendo ser como tú, como todo hermano pequeño, aunque sólo sea por un par de minutos. Siempre fuiste más adelantado que yo en esos temas.
Recuerdo los días al sol sobre las hojas de morera soñando que seríamos mariposas y volaríamos lo más alto posible para sentirnos los más grandes de nuestro pequeño mundo. Bueno, soñando... y teniendo cuidado de que no nos pisaran ¿Te acuerdas de aquel niño de la lupa? Yo sí, como olvidarlo.
Pronto harás realidad ese sueño, dentro de nada saldrás de tu cuarto para observar de nuevo la luz del sol con unos nuevos ojos.
Al fin podrás volar y volar. Desde pequeño envidiabas a las mariposas aunque sabías que terminarías siendo una.
El motivo de esta carta no es otro que el de despedirme de ti. Estaba tan embobado viéndote madurar que me olvidé de mi mismo y me despisté hasta tal punto que cuando me quise dar cuenta ya estaba en el pico del gorrión.
Me ha dejado escribirte esta carta antes de alimentar a sus crías. No le guardo rencor, y espero que tú tampoco, si algún día lees esto. Al fin y al cabo sólo cuida de sus polluelos como lo hacia mamá con nosotros. La culpa es mía. Lo siento.
Lo he pensado, y me he dado cuenta que he volado también, y si tengo suerte lo volveré hacer durante un breve periodo de tiempo digestivo.
Bueno, querido hermano, se me acaba la hoja y el tiempo. Tan sólo espero que algún día puedas observar mis últimas palabras. Hasta que nos veamos en el cielo de los insectos.
Un restriego de tu hermano Gurm.
domingo, 4 de abril de 2010
Despegamos
La noche era calurosa. El suave viento que acariciaba las ramas era un pequeño bálsamo. La luz blanca de Naerú golpeaba las aguas frías del lago Ailatí. En la orilla se encontraban dos niños; una preciosa niña de diez años que se entretenía mojándose los pies, y un muchacho de doce que, fantaseando, andaba perdido en sus sueños.
-¡Seré el guerrero mas fuerte de todo Inelito!- el brillo de sus ojos y su entusiasmo hacían que se lo creyera él mismo. Llevaba un palo de madera que zarandeaba como si de una espada se tratase. -¡Montaré dragones, derrotaré a los malvados y salvaré princesas como tú!
Se arrodilló junto a ella y se quedó mirándola fijamente a los ojos.
-¿De verdad soy una princesa?- preguntó haciéndose la interesante mientras con el dedo enredaba su pelirrojo cabello.
-Eres la princesa más bonita de todas- le aseguró mientras sonreía.
Arazne se acercó al chico y le besó en la mejilla con mucha ternura, a la vez que Hardhu enrojecía y sentía que sus orejas se calentaban, llenándose de amor. Él le acarició la cara con suavidad y la chica cerró los ojos dejándose llevar.
La chiquilla se quitó un colgante de su blanco cuello y lo ató al del muchacho con mucho cariño; era una piedra que parecía una gota de agua azul, símbolo del clan de los Nayamar.
-Cuando estés en peligro o necesites ayuda, grita, llámame, y yo apareceré para salvarte, da igual allá donde estés, porque allí estaré, ¿Vale?
-Vale.
Los niños se abrazaron con todo el amor que poseían en su interior, y Arazne notó como todo el cariño de Hardhu la envolvía. Las marcas de los clanes de cada uno brillaban intensamente y los ojos de la niña se tornaban en rojo fuego.
De repente el aullido de dolor de algún animal cercano los sacó de sus sueños. El gemido procedía del interior del bosque, no muy lejos del lugar donde se encontraban. Por un momento se miraron dudosos de lo que debían hacer, pero finalmente se agarraron fuertemente de la mano y con decisión se internaron en el bosque en busca del animal herido. No habían andado mucho cuando encontraron a la criatura quejándose junto a un gran árbol. Era un meijuh, un animal cuya apariencia se asimilaba a la de un lobo, solo que de mayor tamaño, con unos ojos anaranjados, que resaltaban en la oscuridad de la noche, y un pelaje grisáceo con unas franjas en el lomo que ahora se confundían con la sangre que emanaba de la herida.
-¡Pobrecito!, Hardhu, ¡ayúdalo!, por favor, que a ti se te da bien tratar con los animalitos.
El niño se acercó cuidadosamente por si al meijuh no le gustaba su presencia. Tras una rápido ojeada, comprobó que era una herida poco profunda, pero suficientemente grave como para hacer que el pobre animal terminara presa de algún depredador hambriento o un cazador.
Sin que Hardhu le dijera nada, Arazne recogió tres especies de hierbas diferentes que abundaban en el bosque y empezó a machacarlas con las manos hasta conseguir una pasta verdosa con una textura similar a la de una crema. La niña trató de acercarse al animal pero éste, desconfiado, le gruñó.
-Será mejor que se la de yo.- Dijo mientras cogía un poco del ungüento y lo esparcía por la herida, provocando un gran gemido de dolor del animal- chssst chssst ya está, chico, ya está.
El dolor y el cansancio terminaron con las pocas fuerzas que le quedaban al meijuh, cayendo exhausto. Ya era tarde, y la oscuridad envolvía poco a poco el ambiente, así que los muchachos decidieron quedarse a pasar la noche en aquel árbol, junto al animal. Hardhu y Arazne se quedaron dormidos mientras terminaban el abrazo que el rugido del animal había interrumpido.
Al amanecer ambos fueron despertados por los lametazos del meijuh. Los primeros rayos de luz atravesaban ya el espeso bosque. EL animal se encontraba mucho más afable, y sintiéndose en deuda con los niños ya no se separó de ellos. Al fin y al cabo, a pesar de su tamaño, no era más que una cría de meijuh, necesitaba compañía y protección en ese momento. Hardhu lo abrazó con alegría, pues de alguna manera sentía que era su amigo, ese animal que cada miembro de su familia encontraba a lo largo de su vida.
- Te llamarás Osphos- Dijo el niño mientras el meijuh le lamía la cara cariñosamente, gesto por el cual el animal mostraba de algún modo su aprobación.